lunes, 11 de enero de 2016

Un solo momento de gloria


La noche era hermosa; a través de la niebla se filtraba la luz misteriosa de la luna. "Sí, mañana, mañana", pensaba; "tal vez mañana habrá concluido todo para mí; no existirán ya estos recuerdos, ni tendrán para mí sentido alguno". "¿Qué harás luego?". Se responde el príncipe Andrei: "no lo sé, no lo sé. Ni quiero ni puedo saberlo. Pero sí lo deseo, sí ambiciono la gloria, sí quiero que los hombres me conozcan y amen. ¿Soy culpable de no querer otra cosa, de no vivir más que para esto? ¡Sí, sólo para esto! A nadie se lo confesaré jamás, pero, Dios mío, ¿qué le voy a hacer si no amo más que la gloria y el amor de los hombres? La muerte, las heridas [...]; pero por terrible y contrario a la naturaleza que parezca, yo lo entregaría todo sin vacilar por un solo momento de gloria, de triunfo sobre la gente, por ganarme el amor de unos hombres a los que no conozco ni conoceré jamás, por el amor de esos hombres", se decía.

Guerra y paz (1869), de Lev Tolstoi



Este fragmento de la  magna novela Guerra y Paz, que describe los pensamientos del príncipe Andrei  Bolkonski antes de participar en la batalla de Austerlitz, ¿no podrían pertenecer a cualquier torero la víspera de hacer el paseíllo en Madrid, Pamplona, Sevilla o Bilbao? 

1 comentario:

  1. De qué le sirve a tu mare
    poner guardias y sentinelas,
    si te vas sa venir conmigo
    quiera tu madre o no quiera.


    Pues si, yo creo que un gran torero daría su vida por la gloria del triunfo y el aprecio de la gente.

    Pero, en el fondo, todos queremos lo mismo, aunque sin jugarnos la vida: en nuestra profesión, en nuestro entorno social, en nuestra vida íntima, queremos triunfar y que se nos aprecie. Cuando yo vaya en la caja, me gustaría que un amigo se quitara el sombrero, me lo tirara y me dijera: va por tí, pedaso de cabrón. Y que una mujer me dijera : qué coraje tengo por dios, mira cómo me has dejao.

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