lunes, 6 de julio de 2015

Las apariencias engañan

En tus manos, un aroma,
que trasminaba como el clavel...


El viejo refrán "Fiar es cobre, y no fiarse es oro" aconsejaba desconfiar siempre de aquello que tenemos ante nuestros ojos. Es decir, nunca digas "de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre" porque, incluso con la mayor de las evidencias, salta la sorpresa... principalmente cuando se trata del ser humano. No en vano, "la confianza mata al hombre" es otro dicho de nuestro refranero. 


Hablando de hombres, los hay aparentemente formales que, arañando un poco, se transforman en golfos de tomo y lomo. "Del agua mansa líbreme Dios, que de la brava me libraré yo"... Ojito con los/las pseudo-pastueños/ñas, con los que llevan una carpeta debajo del brazo o las que parece que jamás han roto un plato. 


El juego de las apariencias es más viejo que el hilo negro, sobre todo en las relaciones entre hombres y mujeres. El ilustrador francés George Barbier -perteneciente a la corriente del Art Decó- ha sido uno de los artistas que mejor ha sabido plasmar "las dobles caras". Al contemplar sus dibujos, inevitablemente salta la pregunta: ¿quién está con quién? ¿Quién es el amante? ¿Cómo acabará la noche? El amor es ciego... hasta cierto punto. 


Igual que no conviene lanzarse a torear sin analizar previamente el comportamiento del toro, "quien de alguien se fía, ya llorará algún día". Al final, con una buena lidia, siempre se descubren las querencias... Mientras tanto, "al hombre y al fuego con recelo".


Seamos un poco como Santo Tomás y metamos los dedos en la llaga... Por cierto, para recrearse en los detalles, al pinchar sobre las ilustraciones de Barbier, éstas se amplían.

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