sábado, 10 de enero de 2015

Las tardes de enero


[...] En las tardes de rosas y brisas 
los dolores se olvidan, riendo, 
y las penas glaciales se ocultan 
tras los ojos radiantes de fuego. 
Cuando el frío desciende a la tierra, 
inundando las frentes de invierno, 
se reflejan las almas marchitas 
a través de los pálidos cuerpos. 
Y hay un algo de pena insondable 
en los ojos sin lumbre del cielo, 
y las largas miradas se pierden 
en la nada sin fe de los sueños. 
La nostalgia, tristísima, arroja 
en las almas su amargo silencio, 
Y los niños se duermen soñando 
con ladrones y lobos hambrientos. 
Los jardines se mueren de frío; 
en sus largos caminos desiertos 
no hay rosales cubiertos de rosas, 
no hay sonrisas, suspiros ni besos. 
¡Cómo cae la bruma en el alma 
perfumada de amor y recuerdos! 
¡Cuántas almas se van de la vida
 
estas tardes sin sol ni luceros!
 
(Juan Ramón Jiménez)

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