lunes, 19 de enero de 2015

El hambre de descubrir


Hace unas semanas, coincidiendo con la marcha en París que condenaba el terrorismo islamista, nuestra profesora en el Institut Français nos hizo leer, en voz alta, un fragmento de la novela autobiográfica de Albert Camus, El primer hombre, donde el autor describe a su maestro de escuela, el señor Bernard:

"Después venia la clase. Con el señor Bernard era siempre interesante por la sencilla razón de que el amaba apasionadamente su trabajo. Fuera el sol podía aullar en las paredes leonadas mientras el calor crepitaba incluso dentro de la sala, a pesar de que estaba sumida en la sombra de unos estores de gruesas rayas amarillas y blancas. También podía caer lluvia, como suele ocurrir en Argelia, en cataratas interminables, convirtiendo la calle en un pozo sobrio y húmedo: la clase apenas se distraía. Sólo las moscas, cuando había tormenta, perturbaban a veces la atención de los niños. Capturadas, aterrizaban en los tinteros, donde empezaban a morirse horriblemente, ahogadas en el fango violeta que llenaba los pequeños recipientes de porcelana de tronco cónico encajados en los agujeros del pupitre. Pero el método del señor Bernard, que consistía en no aflojar en materia de conducta y por el contrario en dar a su enseñanza un tono viviente y divertido, triunfaba incluso sobre las moscas. Siempre sabía sacar del armario, en el  momento oportuno, los tesoros de la colección de minerales, el herbario, las mariposas y los insectos disecados, los mapas… que despertaban el interés languideciente de sus alumnos.

[...] No, la escuela no sólo les ofrecía una evasión de la vida de familia. En la clase del señor Bernard por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más esencial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de descubrir […] Sentían por primera vez que existían y que eran objeto de la más alta consideración: se los juzgaba dignos de descubrir el mundo".

Camus en la escuela

El señor Bernard -cuyo nombre real era Louis Germain- se comprometió con el pequeño Albert y su brillante destino: le habló de la escuela secundaria, le ayudó a preparar el examen de ingreso y, lo más difícil, convenció a su madre y abuela para que le permitieran seguir con sus estudios. Sin su maestro de escuela, Camus habría sido, durante toda la vida, un pobre trabajador en Algeria y no el ganador del Premio Nobel de Literatura. Tras recoger el prestigioso galardón en 1957, durante su discurso de agradecimiento, Albert recordó al señor Germain. Días después, le envió una carta desde París:

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo.

Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Lo abrazo con todas mis fuerzas.


El señor Germain

La emotiva carta de Camus obtuvo respuesta desde Argel:

Mi pequeño Albert:

He recibido, enviado por ti, el libro Camus, que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J.-Cl. Brisville. Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí "mi pequeño Camus".

Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno! Esas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y éstas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo.

He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad (es la pura verdad) no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo Camus: bravo [...] Recuerda que, aunque no escriba, pienso con frecuencia en todos vosotros.

La madre de Camus

Al terminar de leer en voz alta aquella página de El primer hombre, nuestra profesora suspiró. ¿Quedan maestros como Monsieur Germain? ¿Quedan alumnos como Camus? Will Durant escribió que una civilización no era conquistada desde fuera hasta que no se había destruido a sí misma desde dentro. Y en ésas estamos, educándonos -o envileciéndonos- solos, sin maestros que marquen el camino.

Camus recogiendo el Nobel

"[...] Después se precipitó a la ventana, mirando a su maestro, que lo saludaba por última vez y que lo dejaba solo, y en lugar de la alegría del éxito, una inmensa pena de niño le estremeció el corazón, como si supiera de antemano que con ese éxito acababa de ser arrancado el mundo inocente y cálido de los pobres, mundo encerrado en sí mismo como una isla en la sociedad, pero en el que la miseria hace las veces de familia y de solidaridad, para ser arrojado a un mundo desconocido que no era el suyo, donde no podía creer que los maestros fueran más sabios que aquel cuyo corazón lo sabía todo, y en adelante tendría que aprender, comprender sin ayuda, convertirse en hombre sin el auxilio del único hombre que lo había ayudado, crecer y educarse solo, al precio más alto".

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