sábado, 12 de abril de 2014

Otra pasión

Como afirma un buen amigo, la Tauromaquia es una religión pagana. Por eso los toreros encarnan, o deberían encarnar, a los sacerdotes de este dogma. Cuando aparcan los tours y las presentaciones de temporada en Joy Eslava, se acercan bastante. Hace unos años, por Semana Santa, Antonio García Barbeito comparó con enorme lirismo y belleza una corrida de toros en La Maestranza y una procesión en Sevilla. Las fotografías que ilustran el texto pertenecen a Atín Aya,


Es la misma ciudad, la misma gente, pero ya es otra la pasión que empuja, y el aire –el mismo- de otra forma embruja, pagano donde ayer fue reverente. Olvida la ciudad; se hace presente toda. Y gira en torno de una aguja –el toro- que convoca y arrebuja para hacerla la misma y diferente. La banda que tocaba tras el Cristo tiene en su partitura ya previsto pasodobles de arte y torería. La ciudad que rezaba entre varales, reza por seis o siete naturales…, “devota de Frascuelo y de María”.


La misma pluma que llenó el tintero de incienso y azahar y algo de cera, se ha saltado el tintero a la torera para cantar la gloria del torero. ¡Hay tanto parecido entre el plumero de un “armao” –ay, Roma callejera- y el de un alguacilillo que acelera el trote del caballo hacia el chiquero..! El viva es óle y la iglesia es plaza. Todo para su todo se entrelaza. Y aunque no es Jueves Santo, la mantilla… Ni drama, ni sainete, ni comedia. Es ya Resurrección. Las seis y media. Y han cambiado los pasos de Sevilla…


El capataz es un apoderado, y pasó a subalterno el contraguía; ejerce el mozoespada una priostía al pie de su maestro preparado. El suave terciopelo con bordado que en sagradas imágenes lucía, ahora es seda bordada en fantasía que viste a un dios de reino limitado. “¡Poco a poco…!” fue ayer; hoy, “Más despacio…”, pero todo se mueve en ese espacio donde lo exacto vive sin medida. Ni veinticuatro horas las separan. Pero las dos pasiones acaparan la sevillana concepción de vida.


Y la pasión tan carpetovetónica –en una levantá o en un desplante-, y ese grito “¡el izquierdo por delante!”, y el mismo nombre para la verónica. Y la encendida tinta de la crónica, el dilatado tiempo de un instante, lo justo, lo difícil, lo importante, y que se cuenta con razón ucrónica. Y la cadencia de una bambalina, y el remolino de una chicuelina, y gotas de sudor, gotas de cera… Y el paseíllo, y los nazarenos… Distintos, pero hermanos los terrenos. Todo es posible aquí en la primavera.


La alpargata es zapatilla y el costal es la montera, pero el cambio, a la manera que hace los cambios Sevilla. Impertérrita, acaudilla la multitud de su gente. Taurino es el penitente que camino de los toros, en ese cambio de oros, hermana lo diferente. No le busque la razón a tan distintas pasiones. Ni se dé a la reflexión para entender inflexiones. Que en Sevilla, las razones están en el corazón.
 
 

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