sábado, 5 de abril de 2014

Este abril que ya ha cumplido cuatro yerbas de sol en sus costados


Potro de luz azul, abril bracea orgulloso del alba a los rescoldos que en la tarde se apagan por poniente. Abril va haciendo suya cada cosa; abril manda en abril con voz de oro; abril viene seguro de esas manos que vienen como llaves, y las puertas, que estaban oxidadas de clausura con pestillos de gris y chaparrones, se le abren al paso, tan felices, de ceder su enquistada cerradura. Abril pega carteles por las calles con engrudo de fiesta, y las esquinas sueñan con ser cadera para un quiebro donde baile mortal la chicuelina, o gobiernen las medias impecables de esa inexactitud que cuadra siempre, cuando ajusta sus cuentas la verónica. Todo es abril por este abril que viene encastado de abril, abril entero. Ese sol no es prestado, es la moneda con que apalabra abril sus territorios. Huele a miedo la brisa de las seis, y a expectación, a gloria que parece. El viento del clarín sale mordido de un capricho de llaves que le cambian el tercio a los sonidos.

Sol y moscas. Tres dioses con escamas ya caminan -gañafón a la seda y al mal trago- sin saber qué oleaje les espera cuando a un mar de bravura, bien armado, le dé por la pleamar de la embestida. Todo es abril por el abril que viene a no ceder un palmo de terreno, ni a marcear ni a mayear un punto, que abril viene de abril y abril se quiere quedar hasta que abril cumpla su tiempo. Anda ahí, repintando los percales, para que el cuerno suene como algo que parece romperse y no se rompe. Anda ahí, en las tinajas donde espera el tinte que enrojece las franelas. Anda ya por ahí, afilando estoques, curvándolos lo justo, señalando el sitio en los morrillos donde duerme la gloria del final, ese momento del trazo que rubrica una faena o borrajea como pluma coja que tropieza en el hueso –mala firma- y deja en el contrato de la tarde un taurino revés de ortografía. Viene de lleno circo en solisombra; viene con sus banderas que se sueñan desmayadas, mirando los vencejos, allí donde el tejado es un frustrado intento de suicido en los aleros. Viene abril de abanicos y viseras, viene pidiendo agua en el segundo, veedor de dehesas amarillas que descubre una mano que flojea, unos cuartos traseros que no pueden, o la estampa sin mácula de un toro que despierta un murmullo en los tendidos, admiraciones en voz baja. Y viene, por venir, este abril que ya ha cumplido cuatro yerbas de sol en sus costados, a colgar farolillos en el aire y a frutar filamentos en la noche. Esperanto de fiesta, vino y tapa, toro, pasión, caballo y hermosura, abril platica. Y enmudece el mundo.
 
Antonio García-Barbeito

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