miércoles, 26 de febrero de 2014

Ministerio de Asuntos Femeninos

La debilidad que los ministros de Asuntos Exteriores de Franco sentían por las faldas rayaba lo patológico. Empecemos por Juan Luis Beigbeder (Cartagena, 1888 - Madrid, 1957).
 
El "dúo" de Exteriores: Beigbeder y Serrano Súñer
 
Tras participar en la Guerra del Rif y granjearse las amistad de las autoridades marroquíes durante la contienda civil, fue nombrado Alto Comisario de España en Marruecos en 1937 (¡un puestazo!). No contento con eso, cuando el bando nacional tomó el mando, se convirtió en el primer ministro de Asuntos Exteriores de la dictadura franquista, cargo que ocupó apenas catorce meses, hasta octubre de 1940. Sin embargo, en poco tiempo, Beigbeder sorteó un toro muy difícil de lidiar, puesto que recibió, casi a porta gayola, el arranque de la Segunda Guerra Mundial. Y no tuvo mejor ocurrencia que llevar en su "cuadrilla" a una inglesa con vocación de espía, Mrs. Rosalinda Powell Fox, algo que levantó todo tipo de suspicacias entre los hombres afines a Franco, muy germanófilos. El propio Generalísimo no confiaba en Beigbeder a causa de su debilidad por las mujeres, y en especial "por las señoras exóticas".
 
Beigbeder jurando su cargo ante Franco
 
Efectivamente, Rosalinda Fox (1910-2006) era singular. Rubia, de tez blanca, guapa, distinguida y con temperamento, había nacido en el seno de una familia acomodada en la India durante la esplendorosa época del Imperio Británico. Cuando cumplió dieciséis años, la casaron con un rico comerciante asentado en Calcuta. De aquella unión nació Johnny, su único hijo. Tras diagnosticarle una tuberculosis bovina, regresó a Europa -primero a Inglaterra y después a Suiza, Portugal y España- con una nada despreciable pensión de 30 libras mensuales, mientras que su marido prefirió seguir con sus negocios y devaneos en la India sin mujer ni crío que lo incordiasen. Fue en Tánger donde Rosalinda conoció a Beigbeder en 1938.
 
Portada del libro que publicó Rosalinda
y retrato de su querido Juan Luis
 
Además de Alto Comisario de España en Marruecos, él era un hombre culto, feucho pero atractivo, con grandes gafas, apasionado por el mundo árabe, 22 años mayor que ella y casado. Todos estos inconvenientes no impidieron que se hicieran amantes de por vida. Cuando Beigbeder se convirtió en ministro, Rosalinda, que hablaba perfectamente español, lo acompañó hasta Madrid, pero su piso estaba constantemente vigilado por los amigos de la Gestapo. En 1940, él fue sustituido por el cuñado de Franco, Serrano Súñer, y confinado bajo arresto domiciliario en Ronda. Ella, preocupada por su propia vida, huyó a Lisboa, donde montó un garito de altos vuelos llamado "El Galgo", probablemente una tapadera para colaborar con los servicios de inteligencia americanos.
 
Ni la tuberculosis bovina ni la guerra pudieron con Rosalinda
 
A comienzos de la década de los 50, con el panorama internacional más sereno, Beigbeder y Rosalinda volvieron a encontrarse en Guadarranque, en plena bahía de Algeciras. Ambos compraron una casita encalada con vistas a África y al Peñón de Gibraltar, mas Beigbeder, enfermo, disfrutó poco de la nueva vivienda, decorada al estilo marroquí, puesto que falleció unas semanas después de la mudanza. Sin embargo, ella ya no se movió de su Quinta Rosalinda, hasta morir en 2006 con 96 años. Los vecinos más viejos de San Roque recuerdan que le gustaba leer, escribir, jugar al bridge, visitar mercadillos de antigüedades e invitar a los niños de la zona a merendar.
 
Quinta Rosalinda, en Guadarranque
 
Sobre las "debilidades" del otro responsable de Asuntos Exteriores de Franco, Ramón Serrano Súñer, ya hablamos en este blog largo y tendido. Su idilio con la marquesa de Llanzol fue el mayor culebrón de la postguerra española. Aquel ministerio parecía un putiferio. Menos mal que después llegó Francisco Gómez-Jornada Sousa, hombre recortadito y tranquilo, a poner un poco de mesura.

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