jueves, 7 de noviembre de 2013

Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá

"En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible" (Albert Camus)
 

A Camus comencé a conocerlo por el final, es decir, por su obra póstuma: El primer hombre. El ganador del Premio Nobel llevaba el manuscrito de este libro dentro de un maletín negro el día en que sufrió el accidente automovilísco que acabó con su vida. El maletín fue hallado cerca del árbol contra el que se estrelló el coche y, hasta 1995, su hija no facilitó el material para que esta novela autobiográfica fuera editada.
 

Si hoy, en los colegios e institutos europeos, en vez de El Principito y similares, exigieran como obra de lectura obligatoria El primer hombre, nuestro futuro, probablemente, sería más sólido y menos mísero, menos superficial e infantilizado. Hay fragmentos, como aquel en el cementerio militar donde Camus visita la tumba de un padre que no llegó a conocer que, por su desnudez, estremecen siempre, a lectores de cualquier edad, incluso si ya se ha leído este pasaje una docena de veces. Forman al joven a enfrentarse con la realidad y con la vida, vengan bien o mal dadas, porque Camus es un referente moral y un ejemplo universal a seguir: la historia de un niño pobre que alcanzó la excelencia gracias a su educación, a su esfuerzo, a su inteligencia y a la literatura. "Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá", escribió en una ocasión.
 
"Fue en ese momento cuando leyó sobre la lápida la fecha de nacimiento de su padre e hizo maquinalmente un cálculo: veintinueve años. De pronto, le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. Él tenía cuarenta. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más joven que él. La sucesión misma del tiempo estallaba alrededor de él, inmóvil, entre esas tumbas que ya no veía, y los años no se ordenaban en ese gran río que fluye hacia su fin".

 
Albert Camus nació un 7 de noviembre de hace cien años en Argelia.
 
"Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad,
pero si no hacemos nada, no habrá felicidad".
 

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