martes, 25 de junio de 2013

Oda al perro del mayoral

Da mil vueltas ladrando, y da mil vueltas
bramando, el perro y toro, cual sucede
al galgo y libre, cuando corre y huye,
que marros ella da, mas dale mate.
Así sucede aquí, que de la oreja
trabó con tal coraje y tal rabia
al toro, el fuerte alano, que de un sitio
no le dejó mover en cuarto y medio
(Juan Yagüe de Salas).


El domingo por la mañana a primera hora, antes de que el árido calor extremeño comenzara a asolar el campo, estaba el bueno de Félix embarcando una corrida cinqueña que iba a lidiarse para rejones en un pueblo perdido del Alentejo portugués.
 

Cuando el curtido mayoral, ya con sudor en la frente, llegó al último corral de Las Tiesas de Santa María, uno de los toros, con más de 600 kilos, se dio la vuelta en la manga y se arrancó con vehemencia hacia su fiel caballo, Bolero, al que le sacó las tripas de un desgarrón. Félix y el infeliz jamelgo cayeron de inmediato al suelo. El toro, un astigordo patasblancas de Monteviejo, aplastó al jinete contra la tierra tras elevarlo varios metros por el aire en una escalofriante voltereta que no terminaba de acabar. A continuación, dos angustiosos sonidos: primero, un golpe seco; después, el quejido de varias costillas fracturadas, una de ellas perforando el pulmón. Justo en ese instante, enfervorecido, el perro de Félix se interpuso entre el toro y su dueño, realizando un quite providencial que le salvó la vida. Victorino Martín aprovechó aquel segundo, en el que el toro comenzó a perseguir al astuto perro, para sacar del cercado a su mayoral.
 
Félix a caballo. Fotografías: Tierras Taurinas
 
El perro me pregunta
y no respondo.
Salta, corre en el campo y me pregunta
sin hablar
y sus ojos
son dos preguntas húmedas, dos llamas
líquidas que interrogan
y no respondo,
no respondo porque
no sé, no puedo nada.
A campo pleno vamos
hombre y perro.
[…] Es su frescura tierna,
la comunicación de su ternura,
y allí me preguntó
con sus dos ojos,
por qué es de día, por qué vendrá la noche,
por qué la primavera
no trajo en su canasta
nada
para perros errantes,
sino flores inútiles,
flores, flores y flores.
Y así pregunta
el perro
y no respondo.
Vamos
hombre y perro reunidos
por la mañana verde,
por la incitante soledad vacía
en que sólo nosotros
existimos,
esta unidad de perro con rocío
y el poeta del bosque,
porque no existe el pájaro escondido,
ni la secreta flor,
sino trino y aroma
para dos compañeros,
para dos cazadores compañeros:
un mundo humedecido
por las destilaciones de la noche,
un túnel verde y luego
una pradera,
una ráfaga de aire anaranjado,
el susurro de las raíces,
la vida caminando,
respirando, creciendo,
y la antigua amistad,
la dicha
de ser perro y ser hombre
convertida
en un solo animal
que camina moviendo
seis patas
y una cola
con rocío.
PABLO NERUDA
Si Paca Mora hubiera tenido un perro como el de Félix, a buen seguro su historia habría sido menos trágica.
Paca Mora va a caballo,
soñando alegre con un "te quiero",
y de pronto, igual que un rayo,
le sale un toro por el sendero.
Corrió el mayoral celoso,
a la defensa de su querer,
pero por pronto que quiso el mozo,
llegó la muerte primero que él.

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