martes, 11 de junio de 2013

Los titulares en tinta roja

"No sé cómo los periódicos pueden hacerse sin café de verdad -no de máquina-, sin tabaco y sin whisky. Los de ahora están peor escritos y con demasiados comunicados de prensa. Mi gran fuente de inspiración para mis artículos es Mercadona, adonde me iré en cuanto acabe esta entrevista" (entrevista a Antonio Burgos en el ABC de este martes).


A Antonio Burgos -uno de mis periodistas de cabecera- acaban de concederle el premio Luca de Tena. Olé. Sus "recuadros" mantienen viva la más brillante literatura costumbrista española y, por si fuera poco, además de aficionado a los toros, es uno de los mayores conocedores de la canción popular andaluza. Su libro "Rapsodia española", una deliciosa antología de la poesía nacida del pueblo, se ha convertido en la Biblia de todos los que amamos la copla y la "cultura rancia". 


Tiene razón el señor Burgos cuando afirma que las redacciones de los periódicos cada día se asemejan más a la sala de espera de un hospital: perfectamente esterilizadas e higiénicas, sin una voluta de humo, pero frías y sin alma.
 

Yo comencé a trabajar en una redacción donde se fumaba mucho. Entré de becaria en septiembre de 2007. Mi jefe era el clásico periodista vividor, con el pitillo en los labios y múltiples corruptelas, de mucho nervio, camisa entallada, y al que le sentaba mal envejecer. Digo clásico pero ya quedan pocos así. Algunas madrugadas, en una grieta de debilidad, tras una sobredosis de mentiras que le reportaban un sobre lleno de billetes, le martilleaba, levemente, la mala conciencia. Decía que un buen periodista jamás se apoyaba en el respaldo de la silla: debía estar siempre en tensión, siempre en el filo, siempre alerta.
Cuando quería una entrevista, nos soltaba como perros de presa, a la yugular, y pobre de nosotros si escapaba iba vivo. Aprendí mucho de él. A pesar del hambre -cenar en esa redacción era misión imposible-, guardo buenos recuerdos de aquella época.
 

Ahora, como dice José Luis Alvite, otro periodista que debería leerse en todas las Facultades de Comunicación, queremos tener vicios que sean virtuosos.
 

"Lo malo es que nos hemos mezclado con el poder y con las finanzas y hemos olvidado a quienes esperaban nuestras noticias en el quiosco con el sueño en los ojos y una moneda en la mano. Curiosamente, las redacciones tienen ahora un aspecto más aséptico que cuando yo me senté por primera vez en una y lo primero que hice fue aplastar una cucaracha con el mazo de la baraja. En cualquier redacción hay ahora más limpieza que en la mejor perfumería de la ciudad y más higiene que en cualquier hospital. Pero, ¿y el entusiasmo? ¿Y aquella sagrada sensación de que la gente esperaría a primera hora por nuestro trabajo en el quiosco de la esquina? ¿Y qué ha ocurrido para que nos demos cuenta de que lo que las nuevas generaciones aprenden en las facultades no es en absoluto mejor que lo que habían aprendido aquellos otros periodistas sentados en el sillón del peluquero?" (Alvite).
 
 

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