domingo, 16 de junio de 2013

El "arte" a los pies de la cuadrilla de Javier Castaño

Fotografía: Javier Arroyo

"Un caballo sin caballero sigue siendo un caballo, pero un caballero sin caballo es sólo un hombre... a no ser que te llames Tito Sandoval". En dos o tres décadas, si este mundo nuestro tiene algún futuro, un maestro de la talla de Venancio Blanco, inmortalizará a Tito en bronce y titulará su obra: "El centauro charro". ¿Quién dijo que el tercio de varas no es un arte? Pues este jueves, toda una galería de arte -Modus Operandi- le rindió homenaje a un varilarguero, escudado, precisamente, por una escultura de Venancio Blanco en la que un toro está a punto de derribar a un caballo.

 
¿No es un arte llevar al toro cosido en los vuelos de un capote o ir caminando hacia los pitones de la fiera con dos frágiles rehiletes en la yema de los dedos? Los relojes no se paran sólo cuando torea Morante, ni los tarros de esencias se destapan exclusivamente cuando Manzanares empuña la muleta. Basta ya de clichés. Si el arte consiste en emocionar, en conmover al gran público, Tito Sandoval, Marco Galán, David Adalid y Fernando Sánchez son artistas de una pieza. Y lidian su colosal misión con inmensa torería. Incluso a la hora de coger un cigarrillo. Porque ésa es otra cualidad de los artistas: que jamás descansan ni se dan tregua.

Dibujos de Manuel Solís Payá
 
Ya decía Manuel Machado que, antes de poeta, su deseo hubiera sido ser un buen banderillero. Al contemplar a los hombres de Javier Castaño, a sus espartanos, uno comprende y comparte este recóndito anhelo. La tauromaquia es el único arte ejecutado por héroes.
 
LEER LA NOTICIA DEL I PREMIO TAURINO MODUS OPERANDI


[…] Un montón

de correas y de astillas,
y de carne palpitante
y sangrante...
Un fracaso de costillas
con estruendo...
Correajes perforados
y hebillajes
destrozados...
Sangre en tierra...
Polvo, un grito... ¡Una ovación!
Sobre la arena, roja
de sol y sangre, en confusión de rotos
arreos y correas,
derribados se agitan entre el polvo
caballo y picador... Y al palpitante
montón convulso el toro
asesta, rebramando,
el duro cuerno hasta la cepa rojo.

...Y encuentra en el camino
nada..., la orla de un capote, sólo
una figura esbelta que se esquiva
jugando con su enojo...
Que se esquiva elegante,
dejando desde el hombro
pender la rica seda... Y paso a paso
la sigue ciego, absorto,
hasta parar rendido,
el duro cuerno hasta la cepa rojo.

[…] Ágil, solo, alegre,
sin perder la línea
-sin más que la gracia
contra la ira-
andando,
marcando,
ritmando
un viaje especial de esbeltez y osadía...
llega, cuadra, para
-los brazos alzando-,
y, allá por encima
de las astas, que buscan el pecho,
las dos banderillas,
milagrosamente
clavando..., se esquiva
ágil, solo, alegre,
¡sin perder la línea!

(MANUEL MACHADO)

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