martes, 14 de mayo de 2013

Venancio Blanco: las hendiduras de la Tauromaquia


Todos recordarán la estatua de Juan Belmonte que preside la plaza del Altozano. Esa efigie con inconfundible prognatismo mandibular y el corazón hueco que vive mirando a La Maestranza, con montera calada y capote de paseo al hombro, es obra del escultor salmantino Venancio Blanco. Desde hace más de treinta años, Triana contempla la orilla opuesta de Sevilla, la de La Giralda y su plaza de toros, a través del alma ausente de Belmonte. Y, a pesar de la algarabía procedente de los comercios de la calle San Jacinto, al pasar junto al Belmonte de Venancio Blanco, uno escucha el eco de pasos en Gómez Cardeña, el pesar de un jinete que ya no se acopla con su mejor caballo, el crujir de una garrocha y la detonación seca de un 8 de abril.  
 
 
Los huecos, el vacío y la ausencia, en la obra escultórica de Venancio Blanco, se encuentran, paradójicamente, colmados de matices y significado. Su maestría emana de la falta de materia: de la cavidad en el pecho de Belmonte, del cuello casi inexistente de un toro que imaginamos badanudo o de la oquedad en una silla de montar. ¿No sucede lo mismo en el toreo? ¿Qué es el temple, sino una frágil grieta entre el toro y el vuelo de la muleta donde, a través de ella, nos contemplamos a nosotros mismos y, a la vez, nuestra orilla opuesta, la de cada uno, diametralmente distinta a la del semejante? Las esculturas de Venancio Blanco se estructuran plano a plano, serie a serie, tanda a tanda, como los muletazos de una faena tan perfecta como incompleta.
 
 
Hasta el 15 de junio, en la Galería Modus Operandi de Madrid, junto a cuadros de artistas como Fernando Palacios o David Arnás, puede admirarse una decena de piezas del artista charro: picadores, elegantes matadores y toros altivos que demuestran su personalidad y maestría. Sólo un amante del toro bravo puede conocer, con tal perfección, cada articulación y gesto. Sus obras del tercio de varas son una exhibición de violencia, movimiento, fuerza y, por supuesto, de gracilidad. El arte de la superposición y del vacío. De una vitalidad irrefrenable. Venancio Blanco tiene hoy 90 años y sigue trabajando.
 
Apunte de Venancio Blanco firmado en 2012 (con 88 años en el esportón)
 

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