domingo, 21 de abril de 2013

La parrilla del Elíseo


Últimamente, ir al cine, pagar los 9 eurazos que cuesta la entrada y que te guste la peli es ya todo un logro. Hace tiempo que desistí de buscar obras maestras: me conformo con pasar un rato agradable y que ninguna escena me deje más tarada de lo que ya estoy. Por eso, sentí que había alcanzado el triunfo cuando la semana pasada vi "Les saveurs du palais" (dirigida por Christian Vincent), que en España, en un ejercicio de imaginación ya acostumbrado, han traducido como "La cocinera del presidente". Puestos a cambiar, también la podrían haber llamado "La parrilla del Elíseo" o "Mitterrand entre fogones", rótulos, en mi opinión, con más gancho comercial.

La actriz Catherine Frot

"Les saveurs du palais" narra la historia de Danièle Mazet-Delpeuch (interpretada por Catherine Frot), cocinera personal del presidente François Mitterrand durante casi dos años y única mujer que había trabajado en la machista cocina del Elíseo. Cuando Mitterrand fue elegido en 1988, dejó muy claro que no quería más chefs para sus comidas privadas. Estaba hasta las narices de la nouvelle cuisine y de las ornamentales rositas de azúcar que, sistemáticamente, brotaban en los platos. En definitiva, necesitaba reencontrarse con la cocina de toda la vida, la de las abuelas. "Necesito recuperar el gusto de las cosas", decía.


"En cuisine, Mitterrand voulait une femme de la champagne", recuerda Mazet-Delpeuch en Sud Ouest. Y hace bien aclarando "en cuisine", porque, fuera de la cuisine, Mitterrand tenía fama de arrimarse a todo lo que llevara falda, fuera del campo, ciudad, zona minera o planeta desconocido.

En la peli, pintan a un Miterrand que parece un corderito,
enamorado de los recetarios de su abuela. ¡Tampoco es eso!

Para ello, contrató a una cocinera elegante, de manos finas y mirada severa, procedente de una familia dedicada, desde principios de siglo, a la recolección de trufas.

La verdadera Danièle Mazet-Delpeuch

"Je n'avais jamais touché à une casserole avant mon mariage, à 19 ans! C'est qu'il faut bien nourrir quatre enfants... Mon arrière-grand-mère et ma grand-mère maternelle étaient d'excellentes cuisinières. Cette dernière a pu exercer ses talents château, en Corrèze: elle en a tiré des raffinements, autour de son savoir-faire paysan. Ma mère et sa soeur en ont hérité. Elles élaboraient des soufflés, des timbales, des plats d'une cuisine élaborée, déjà bourgeoise. J'avais un père aussi très gourmand, amoureux des beaux produits: il vendait des fruits "de collection". C'est-à-dire les meilleurs et les plus jolis de nos arbres fruitiers, qu'il laissait pousser à l'abri dans des sacs individuels en papier kraft. Puis il les cueillait afin de les commercialiser dans une épicerie fine à Paris. En fait, j'avais beau ne pas cuisiner lorsque j'étais jeune, j'avais déjà la chance de connaître le goût des meilleurs produits" (en L´Express).


Así, la perfeccionista Mazet-Delpeuch, que trabajaba plácidamente en su granja del Périgord dando clases de cocina, pasó, de la noche a la mañana, a lidiar con las altas esferas de la burocracia parisina. Y, como era de esperar, la salsa no ligó. Según cuenta la película, luchó con uñas y dientes hasta que la dejaron trabajar con sus propios proveedores: traía los productos frescos de las mejores granjas de Francia, alejadas, por supuesto, del encorsetado y frío París. Verdura fresca, foie, quesos de todo tipo, pollos bien gorditos, champiñones del Périgord... Una bomba para el estómago. Y, encima, según reconoce ella misma, a veces se le iba la mano con la pimienta. Mitterrand estaba encantado.


"Cuando llegué al Elíseo comencé a hacer la compra yo misma. Le pedí al presidente encargarme de todo, y ese fue el comienzo de mis problemas con la Gran Cocina [la de los actos oficiales], porque ya no iban a tener el control" (Mazet-Delpeuch para el ABC).

El escritor Jean d´Ormesson hace de Mitterrand

En 1990, presentó su carta de dimisión cuando al monsieur Président le impusieron un régimen bajo en grasas y colesterol. Au revoir aux sauces et les sucreries. Por si fuera poco, los rancios parisinos, en un ajuste presupuestario, le cortaron el grifo de los proveedores locales. Mazet-Delpeuch, una señora con grandes dosis de carácter, pilló un barco y se plantó en una misión en La Antártida. En la actualidad, a sus 70 años, ha montado su propia granja de trufas en Nueva Zelanda. No sabemos qué desayuna la madame pero, sea lo que sea, le aporta grandes dosis de energía.


Mientras, en España, seguimos con una princesa que parece rescatada del Tercer Mundo. Quizás en la Zarzuela deberían servir menos pollo a la plancha y darle más al foie.


Por cierto, esta película recomiendo verla en francés: los nombres de los menús presidenciales suenan mucho más voluptuosos y apetecibles.

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