lunes, 17 de diciembre de 2012

¿Qué tienes tú, Curro Puya, que hasta el corazón se para?

Gitanillo de Triana toreando a la verónica

El fragmento que reproduzco hoy pertenece al libro "Dios y los toros" (1991) escrito por el padre mexicano Ramón Cué Romano. Antes, haré una introducción sobre el torero gitano Francisco Vega de los Reyes (Sevilla, 1904 - Madrid, 1931), conocido como Curro Puya y, sobre todo, como "Gitanillo de Triana", después de que Juan Belmonte, impresionado tras verle manejar los trastos en un tentadero donde Antonio Flores, sentenciara: "¡Cómo torea ese gitanillo de Triana!". El sevillano, continuador de la escuela belmontina, fue considerado un torero elegante, puro, de gusto exquisito, además de un maestro de las verónicas templadas y mano baja.
 
"Los lances de tu capote
han dormido a la Giralda
y han hecho llorar al río
por seguiriyas gitanas.
[...] Ya se inició el paseíllo
y hay un silencio en la plaza...
Los chiqueros se han abierto,
el toro al albero salta,
y Curro -cristal y bronce-
con sus muñecas quebradas,
va dando ritmo y cadencia
a verónicas templadas,
igual que se templa el hierro
con el compás de la fragua.
[...] ¿Qué tienes tú, Curro Puya,
que hasta el corazón se para,
y haces detener al tiempo,
y pones de pie a la Plaza?
¿Qué tienes? Dime, ¿qué tienes?
Dime el secreto que guardas,
que has hecho llorar al río
por seguiriyas gitanas
y soñando con tus lances
se ha dormido la Giralda..."
(Rafael Peralta Revuelta)

Cuando Curro Puya toreaba el 31 de mayo en Madrid de 1931, sufrió una cogida por el toro Fandanguero -de la ganadería de Graciliano  Pérez-Tabernero-, que le asestó tres mortales cornadas. Cuando lo traslaban a la enfermería, el diestro de Triana le confesó a su mozo de espadas: "Este toro me ha desbaratado".
 
Traslado a la enfermería
 
Falleció en un sanatorio de la capital, el 14 de agosto, con tal sólo 27 años, tras una larga agonía de setenta y cinco días. Sus últimas palabras fueron: "ya no veo".
 
"Qué triste tarde aquella
que te cogió Fandanguero
está de luto Triana
se quedó sin el requiebro
de la gracia del toreo.
Triana lloró de pena
la Cava quedó callada
Triana en silencio
llorando la muerte
de un gitano torero".
(José Manuel López Mohiño)
 
Tras la muerte de “Gitanillo de Triana”, la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Estrella de Triana decidió vestir de luto a su imagen titular.


(Tras esta introducción, ahora sí reproduzco,
palabra por palabra, el texto del Padre Cué)
Es perfectamente explicable que la madre del torero viva con los ojos clavados en la Madre de Cristo.

Que el destino doloroso de María sea el espejo en que mire proyectado su propio destino.
Que su angustia busque el amparo de la fe que fue y se llama Angustias.
Y que en la soledad por la muerte del hijo en el ruedo, se refugie en la compañía de la Mujer que también se llama Soledad y que la más sola – ¡aunque llena de Dios! – que ha existido en la historia de las almas.
El féretro de Curro Puya camino del cementerio de San Fernando, en Sevilla.

Por eso se comprende en todo su valor ese gesto inspirado, tantas veces repetido por las madres de los toreros en la muerte sangrienta del hijo: ¿Qué destino mejor puede tener ese capote de paseo o ese traje de luces – con sangre en sus bordados – que convertirlo en saya o en manto de una Virgen Dolorosa?
De madre, a Madre. De soledad, a Soledad. De angustias, a Angustias.
¡Qué triste estás, y qué bonita estás, Angustias de los gitanos, en Sevilla, cuando te visten la saya blanca y oro que fue traje de luces de Curro Puya, «Gitanillo de Triana», y que te regaló su madre angustiada por la muerte trágica del hijo!
Y quedas toda envuelta, Angustias, blanca y oro, en el exquisito homenaje de sus verónicas lentas, gitanas, melancólicas...
(- «Curro, ¿no se te para el corazón cuando toreas?»)
Curro Puya con su madre, Carmen de los Reyes (Málaga, 1930)

Madre de un torero es cosa
muy mal pensada, Señor.
O haces toreros sin madre,
o madres sin corazón.
¿Qué no vaya a la corrida?
Pues no iré. ¿Y adónde voy?
Desde el rincón de mi casa
vivo en la barrera yo.
No es él solo el que torea,
que toreamos los dos.
Y sí su toro es un miura,
es miura mi corazón.
¿Qué no vaya a la corrida?
Corrida, ¡la tengo yo!
Mi pecho es cosa de lidia,
mi sangre escarba en hervor,
mi boca se muerde un grito,
mi oído acecha su voz...


Detalle de la tumba de Gitanillo de Triana 

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