jueves, 18 de octubre de 2012

Perderse entre matrimonios tóxicos y sortijas doradas



En mi errático divagar por la red, encuentro, en una web mexicana, el siguiente reportaje sobre la cantante Francisca Viveros, conocida como Paquita, la del barrio: «La historia de Paquita la del barrio está enmarcada por el desprecio hacia los hombres que nació desde su adolescencia, cuando cayó presa de Miguel Gerardo, un seductor de 44 años que la enamoró y formó una familia con ella. Tiempo después, descubrió que su enamorado era un hombre casado. Fue así como Paquita tuvo su primer desencuentro con el destino».


«Rata inmunda,
animal rastrero,
escoria de la vida,
adefesio mal hecho.

Infrahumano,
espectro del infierno,
maldita sabandija ,
cuánto daño me has hecho.

Alimaña,
culebra ponsoñosa,
desecho de la vida,
te odio y te desprecio.

Rata de dos patas,
te estoy hablando a ti;
porque un bicho rastrero,
aún siendo el mas maldito,
comparado contigo
se queda muy chiquito.

Maldita sanguijuela,
maldita cucaracha,
que infectas donde picas,
que hieres y que matas».

Al leer la historia de Paquita y su éxito "Rata de dos patas" dedicado a un hombre casado del que se enamoró locamente, vienen a mi cabeza los acordes de "Callejuela sin salida" (1942), otra de las alhajas a ritmo de zambra de Rafael de León y Manuel Quiroga, que terminó en el joyero de Juanita Reina.


«Había un anillo en tu mano
cuando yo te conocí,
por eso cerré los ojos
al escucharte decir:
“Serrana,
yo te lo juro por la gloria de mi mare,
si tú me quieres de veras,
no hay nadie quien nos separe”.

Y cuando tu mano, como una cadena,
fundida en la mía,
pa´siempre quedó,
sentí que tu anillo
temblaba de pena,
pero pa´ser güena no tuve valor…
Callejuela sin salida,
Donde yo vivo encerrá,
Con mi pena, mi alegría,
Mi mentira y mi verdá.
Me he perdido en la revuelta
De una sortija dorá.
Ni estoy viva, ni estoy muerta
Ni sortera, ni casá.
Y en mi calle sin salía,
Ya no puedo caminá,
Ni de noche, ni de día,
Ni p'alante, ni p'atrá
».

Para no perderse en las revueltas de una sortija dorá, lo mejor es seguir el ejemplo de una neozelandesa que, después de encallar su matrimonio en otra callejuela sin salida -ella lo describe como un "toxic marriage"-, envió su alianza de bodas al espacio dentro de un cohete adornado con un corazón roto.

«Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo te quiero.

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes bien que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo».
(Rafael de León)

En los años sesenta, el "Romance de la otra" de la Piquer (con letra también de Rafael de León) causó un profundo escándalo. En 1979, Manuel Alejandro le compuso a Rocío Jurado la canción "Señora", que podría considerarse una "evolución" social del elegantísimo "Romance de la otra" (endegenerando, por supuesto).

«Yo soy la otra, la otra
y a nada tengo derecho,
porque no llevo un anillo,
con una fecha por dentro.

No tengo ley que me abone,
ni puerta donde llamar,
y me alimento a escondías
con tus besos y tu pan.

Con tal que vivas tranquilo,
qué importa que yo me muera,
te quiero siendo la otra
como la que más te quiera».

«Cuando supe que existía usted, señora.
Ya mi mundo era sólo él, señora.
Ya llevaba dentro de mi ser, su aroma.

Él me dijo que era libre,
como el mismo aire que era libre,
como las palomas que era libre… y yo lo creí».


Todos estos líos matrimoniales se arreglarían con la triple alianza (y no me refiero a la coalición del Imperio Alemán, el Austrohúngaro e Italia), sino a esos anillos que se diseñan ahora que son 3 en 1. Así podría repartirse una sortija para la señora y otra para la querida. Y todas contentas gracias a una buena compra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario